domingo, 16 de diciembre de 2012

16 de diciembre: Día de la Lectura en Andalucía


Por Acuerdo del Consejo de Gobierno de la Junta de Andalucía de 24 de mayo de 2005 se declara el día 16 de diciembre como Día de la Lectura en el ámbito de la Comunidad Autónoma de Andalucía.
Los días 16 y 17 de diciembre de 1926 se reunieron en Sevilla los escritores Federico García Lorca, Rafael Alberti, José Bergamín, Juan Chabas, Gerardo Diego, Dámaso Alonso, Jorge Guillén y Luis Cernuda para clausurar el homenaje al poeta cordobés Luis de Góngora. Este grupo de poetas se conocería posteriormente como la Generación del 27.
Además, el 16 de diciembre es el día en que nació uno de sus más destacados miembros: Rafael Alberti.


"Ética para Amador" de Fernando Savater
  
páguna 33
CAPITULO CUARTO
DATE LA BUENA VIDA


¿Qué  pretendo  decirte  poniendo  un  «haz  lo  que  quieras»  como  lema fundamental de esa ética hacia la que vamos tanteando? Pues  sencillamente  (aunque  luego  resultará  que  no  es  tan  sencillo,  me  temo) que hay que dejarse de órdenes y costumbres, de premios y  castigos,  en  una  palabra  de  cuanto  quiere  dirigirte  “desde  fuera”  y que tienes que plantearte todo este asunto desde ti mismo, desde el  fuero interno de tu voluntad. No le preguntes a nadie qué es lo que  no debes hacer con tu vida: pregúntatelo a ti mismo. Si deseas saber  en qué puedes emplear mejor tu libertad, no la pierdas poniéndote  ya  desde  el  principio  al  servicio  de  otro  o  de  otros,  Por  buenos,  sabios  y  respetables  que  sean:  interroga  sobre  el  uso  de  tu  libertad... a la libertad misma.
Claro, como eres chic@ list@ puede que te estés dando ya cuenta de  que  aquí  hay  una  cierta  contradicción.  Si  te  digo  «haz  lo  que  quieras»  parece  que  te  estoy  dando  de  todas  formas  una  orden,  «haz  eso  y  no  lo  otro» (...)
 
página 47
 (…)  De lo que se trata es de tomarse en serio la libertad, o sea de ser responsable. Y lo serio de la libertad es que tiene  efectos indudables,  que  no  se  pueden borrar a conveniencia una vez producidos. 
Soy libre de comerme o no comerme el pastel que  tengo  delante;  pero  una  vez  que  me  lo  he  comido,  ya  no  soy libre  de  tenerlo  delante  o  no.  Te  pongo  otro  ejemplo,  éste  de Aristóteles (ya sabes, aquel viejo griego …): si tengo una piedra en la mano, soy libre de conservarla o de tirarla, pero  si  la  tiro  a  lo  lejos  ya  no  puedo  ordenarle  que  vuelva  para seguir  teniéndola  en  la  mano.  Y  si  con  ella  le  parto  la  crisma  a alguien... pues tú me dirás. 
 Lo serio de la libertad es que cada acto libre  que  hago  limita  mis  posibilidades  al  elegir  y  realizar  una  de ellas. Y no vale la trampa de esperar a ver si el resultado es bueno o malo antes de asumir si soy o no su responsable.
Quizá pueda engañar al observador de fuera, como pretende el niño que dice « ¡yo  no  he  sido!  »,  pero  a  mí  mismo  nunca  me  puedo  engañar  del todo. Pregúntaselo… ¡a Pinocho!
De modo que lo que llamamos «remordimiento» no es más que el descontento  que  sentimos  con  nosotros  mismos  cuando  hemos empleado  mal  la  libertad,  es  decir,  cuando  la  hemos  utilizado  en contradicción con lo que de veras queremos como seres humanos. 
Y ser responsable es saberse auténticamente libre, para bien y para mal: apechugar  con  las  consecuencias  de  lo  que  hemos  hecho, enmendar lo malo que pueda enmendarse y aprovechar al máximo lo bueno. A diferencia del niño malcriado y cobarde, el responsable siempre está dispuesto a responder de sus actos: « ¡Sí, he sido yo! »  El  mundo  que  nos  rodea,  si  te  fijas,  está  lleno  de  ofrecimiento para  descargar  al  sujeto  del  peso  de su responsabilidad. La culpa de  lo  malo  que  sucede  parece  ser  de  las  circunstancias,  de  la sociedad en la que vivimos, del sistema capitalista, del carácter que tengo  (¡es  que  yo  soy  así),  de  que  no  me  educaron  bien  (o  me mimaron demasiado), de los anuncios de la tele, de las tentaciones que  se  ofrecen  en  los  escaparates,  de  los  ejemplos  irresistibles  y perniciosos...    
 Acabo    de    usar    la    palabra    clave    de    estas justificaciones: irresistible.  Todos  los  que  quieren  dimitir  de  su responsabilidad  creen  en  lo  irresistible,  aquello  que avasalla  sin remedio, sea propaganda, droga, apetito, soborno, amenaza, forma de  ser...  lo  que  salte.  En  cuanto  aparece  lo  irresistible,  izas! deja uno de ser libre y se convierte en marioneta a la que no se le deben pedir cuentas. 
Los partidarios del autoritarismo creen firmemente en lo  irresistible  y  sostienen  que  es  necesario  prohibir  todo  lo  que puede  resultar  avasallador:  ¡una  vez  que  la  policía  haya  acabado con  todas  las  tentaciones,  ya  no  habrá  más  delitos  ni  pecados!
Tampoco  habrá  ya  libertad,  claro,  pero  el  que  algo  quiere,  algo  le cuesta... Además ¡qué gran alivio, saber que' si todavía queda por ahí alguna tentación suelta la responsabilidad de lo que pase es de quien no la prohibió a tiempo y no de quien cede a ella!
¿Y  si  yo  te  dijera  que  lo  «irresistible»  no  es  más  que  una superstición,  inventada  por  los  que  le  tienen  miedo  a  la  libertad? ¿Que  todas  las  instituciones  y  teorías  que  nos  ofrecen  disculpas para  la  responsabilidad  no  nos  quieren  ver  más  contentos  sino sabernos  más  esclavos?  ¿Que  quien  espera  a  que  todo  en  el mundo  sea  como  es  debido  para  empezar  a  portarse  él  mismo como es debido ha nacido para mentecato, para bribón o para las dos   cosas,   que   también   suele   pasar?   ¿Que   por   muchas prohibiciones  que  se  nos  impongan  y  muchos  policías  que  nos vigilen  siempre  podremos  obrar  mal  -es  decir,  contra  nosotros mismos-  si  queremos?  Pues  te  lo  digo,  te  lo  digo  con  toda  la convicción del mundo. (…)

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